Primero que nada, esta no es la clase de artículos que tenía en mente cuando decidí abrir este blog (qué dice?? Porque habla como si hubiese posteado ALGO en dos años??), pero todo este fenómeno de Stranger Things me disparó hacia algo que vengo observando hace un tiempo dentro de esta maravillosa cultura del remix pop en la que vivimos. Hace poco más de una semana que la serie de Netflix fué lanzada y el fenómeno es tal que en Uruguay ya hay un músico lanzando un EP de canciones inspiradas en la historia (https://hombrecomun.bandcamp.com/). Es una locura. Es un hit instantáneo. Es contagioso, emocionante…
Y completamente vacío.
Resulta que hace muchos años atrás yo también supe ser un
adolescente confundido, implotando ante el complejísimo mundo que me rodeaba y
que derrepente empezaba a entender mejor. La desesperada búsqueda de identidad, de
sentirme un individuo (al darme cuenta que derrepente tenía que ser uno) me llevaba a rechazar automáticamente todo
aquello que fuera popular, a elegir nichos, a sentirme identificado con algo
que fuera mío. A privarme de
disfrutar todo aquello que se saliera de los límites de lo que me definía (obvio
que estamos hablando de música y películas, a.k.a. las únicas cosas que
importan). Una fase que se supone que uno tiene que superar y que a nuestra
generación particularmente le cuesta MUCHO dejar atrás, incluyendome al 100%.
A mediados de mis 20s empecé a fumar porro (del que no tengo
[mentira, tengo]) y eso ayudó a que me saliera de mi cajita, en la cual
sobrevivía a una dieta estricta de comedias adolescentes, películas de terror y
Ramones. De a poquito empecé a disfrutar de cosas que antes hubiese eliminado
por descarte por no ser representativas de los posters que tenía colgados en mi
pared. Y así fué como el PANQUEQUE se me fue dando vuelta. En vez de sentirme
cool por no haber logrado pasar los primeros dos capítulos de Breaking Bad me
frustraba el hecho de no comprender PORQUE todo el mundo estaba enloquecido con esa serie. Así que la retomé, me esforcé por
superar los prejuicios (uno bastante importante: el hecho de que es una serie y
me cuesta ver series) y terminé super enganchado, como todos los demás. Y me
sentí satisfecho, en sintonía con el zeitgeist. Check.
Bueno, capaz que estos dos últimos párrafos fueron
completamente innecesarios, pero necesitaba sacarme eso de adentro para no
sentir culpa por lo que voy a decir (?). No siento ninguna curiosidad por
revisitar Stranger Things, que terminé de ver anteayer, ni siento culpa por
haber tenido una reacción super tibia ante algo que tiene enloquecido a toda la
gente de mi edad y que está teledirigido hacia mis gustos personalísimos. Las
únicas críticas que he leído por ahí son las de siempre: que es un robo a mano
armada a Spielberg, a Stephen King y a John Carpenter. No lo es. Stranger
Things es un homenaje. Y ahí está quizás, el problema principal (mentira, es re
el segundo, pero first things last).
Hay una diferencia crucial entre el robo y el homenaje. Caso
en cuestión, Quentin Tarantino (obvio). Basta de referirse a lo que hace como “homenajes”.
El tipo es demasiado pedante y soberbio (lo digo con todo el amor del mundo,
nunca cambies QT XOXO) como para “homenajear” a las películas/directores que
admira. El tipo roba. La gran mayoría del público que está mirando Death Proof
no tiene idea que la escena donde Stuntman Mike fotografía a las chicas en el
estacionamiento del aeropuerto es un calco de la secuencia de títulos de “El
Pájaro de las Plumas de Cristal” con la exacta misma música. En el mejor de los
casos te tira la referencia en alguna entrevista, pero el que señala las
similitudes no es él. Son los cinéfilos enojadisimos que si la vieron. Esta
metida de dedo en el orto a los snobs orgullosos de sus nichos es lo que ha
generado una catarata de reacciones negativas a lo largo de su filmografía.
Porque es un robo. Porque solo unos pocos lo ven como tal.
Porque la mayoría aplaude y dice que Tarantino es un genio (no es re injusto
que además el tipo actually sea un
genio?). Lo dijo una vez el viejo tirafruta de Robert McKee, hablando justamente
de Quentin: “un artista no toma prestado. Roba. Y lo hace mejor.” Alcanza con
ver una entrevista con Tarantino en youtube para darse cuenta que el tipo está
en una misión obsesiva por ser el mejor guionista/director posible, por ganarse
un podio entre las vacas sagradas del cine. Y el tipo sabe que no lo va a
lograr con homenajes, sino pungeando escenas, personajes y pedazos de música de
películas que pocos vieron para incorporarlas a lo que él hace. Con la
intención de superarlas, de que sean sus covers los que queden en el colectivo
imaginario y no sus oscuras referencias. Un robo a mano armada.
El homenaje, por otro lado, es el guiño con respeto. Tomar
prestado. Es crear un espacio publicitario para algo que todos conocemos y
amamos, subirlo a un podio y seguir adelante. La pelota no se mancha. Es la
clase de fidelidad y honradez que los fanboys vienen reclamando a Hollywood
hace años, tanto que terminaron ganando al partir del momento que los estudios
empezaron a tomar notas. Hay un público objetivo y dentro de ese público hay un
sector ultra-conservador que ahora hay que tomar en cuenta. Un poquito de fan
service y todos contentos. Una conducta completamente predecible cuando estamos
hablando de comités que hacen estudios de mercado y luego vomitan blockbusters
perfectamente calculados y complacientes como el helado de vainilla, pero que
se vuelve un poco preocupante cuando es adoptada por creadores de contenido
independientes (no hice un carajo de research, pero asumo que eso es lo que los
hermanos Duffer son) que trabajan en un medio supuestamente “liberado” para la
experimentación como lo es la televisión/netflix hoy en día.
En definitiva, Stranger Things está cubierta de homenajes a
películas de género de los 80s. Momentos que NUNCA pasan desapercibidos. Los
chicos huyen en bicicletas de los agentes del gobierno y es inevitable que nos
invada esa sensación de nostalgia comprimida y letal, como quién aprieta un
botón, un plug hacia algo que todos conocemos de memoria. Algo que nos hace
sentir identificados. Algo que es nuestro.
Y ta. Que ganas de volver a ver ET.
Capaz la idea de siquiera intentar mejorar lo que hizo
Spielberg en los 80s sea absolutamente intimidante, virtualmente imposible. De
solo pensarlo se me cierran todas las ventanas y me convierto de nuevo en el
viejo resentido que no quiero ser. Pero las películas (o las series, whatever)
tienen que coger con otras películas para procrear. Es la realidad. Con una
caricia no alcanza. A lo que voy con todo esto es cómo se está tratando a esta
serie como una obra maestra cuando lo único que está logrando (según los
elogios más comunes que leo por ahí) es evocar cosas que nos gustan y proyectar
nuestra atención hacia méritos externos y no propios. De nuevo, vivimos en la
cultura del remix y está todo bien con eso, solo me preocupa un poco que el revisionismo
se haya limitado al reciclaje respetuoso. A que con tener buen gusto alcanza.
Así que definitivamente no me molesta que Stranger Things
meta mano en los libros de Stephen King. Pero preferiría que no sienta la
necesidad de mostrar a un personaje leyendo uno. No me molesta que le escriba
una carta de amor a los Goonies. Pero preferiría verla tomando ese mismo
concepto y elevandolo a algo superior, sobretodo cuando esa película en
particular es altamente superable. Pero no lo intentan. Porque no quieren
ofender a nadie. Porque toman prestado y después devuelven. Cosa de que pasen
los años y lo que quede en el colectivo imaginario sean las referencias
eternamente imitadas y no el cover.
PD: Como pié de nota, he aquí lo que realmente no me gustó
de Stranger Things: primeros capitulos que plantan semillas interesantes que
nunca llegan a crecer. Un guión mediocre, un monstruo que es una PIJA (importantísimo)
y la torpe construcción de momentos dramáticos. O no sé, capaz que no se mirar
series. Pero que buena la música, no?